Nos pasaron paracaídas a los tres que íbamos sentados en el lado derecho de este avión, mientras los otros tres del otro lado esperaban su momento, cada uno estaba ansioso por saltar y ahora venía mi momento. Sentí como la adrenalina me hizo ver las cosas más lentas, pero cuando estuve cerca del momento clave, cuando llegó el momento de tirarse, todas mis emociones fluyeron de manera repentina.
Se me acerca la asistente de la matrona y me dice que ya es la hora. -¿Va a nacer?- le pregunté inseguro, ya que mi novia había estado casi 2 semanas hospitalizada. –Sí, ven por aquí- me respondió, con un tono de “por supuesto que va a nacer, por eso te estoy llamando”.
Me amarro bien el delantal, que no es tan bonito como el de las clínicas o el de las películas de Hollywood, en esas en que el papá entra con la cámara para inmortalizar el momento. El delantal es de un color turquesa oscuro, algo sucio y descosido, bastante usado. Pero tanto uso le cargó una energía especial, no es un delantal blanco sacado de paquete, es uno que ha sido usado por muchos padres deseosos de ver a sus pequeños por primera vez. No creo que alguien lo haya usado con decepción, más bien con una ansiosa felicidad. Este es mi paracaídas.
Entro a una sala de pre-parto dónde está mi pareja con cara de notable cansancio, y obviamente le preguntó – ¿Cómo estás?
Pésimo – me responde ella – Ya no aguanto más y quiero que me traigas una Ginger Ale.
¿Quieres tomar bebida?¿Ahora? – le respondí mientras buscaba con los ojos a la matrona, hasta que me convencí a mí y a ella que no sería buena idea para el momento, quizás para la salida.
Le tomé la mano, me la apretó fuerte y me dijo – No quiero esperar más…
Entramos a la sala de parto dónde la matrona puso música de relajación y nos pidió que estuviésemos con una buena actitud para recibir a nuestro bebé… No con cara de cansancio y de que estuviese pasando algo terrible.
A la tercera pujada asomó su cabecita, la matrona lo sacó y afirmó entre sus dos manos. Lo vi y sentí un horrible escalofrío, y no precisamente por los fluidos o por la sangre que pudiera haber, sino que por la forma de su cabeza. Parecía un alien, ya que tenía la parte posterior de su cabeza alargada. La matrona dándose cuenta de mi impresión, me dijo –Tranquilo, ya empieza a tomar su forma normal-.
Por fin lo tenía frente a mí, el niño que desordenaría mis emociones y ordenaría mi vida. Nació muy limpio, sin la grasa que me habían dicho que iba a ver. Su pelo rubio y ojos grandes y oscuros me hipnotizaron, era el bebé más hermoso que haya visto en mi vida. Ya me imaginaba que en el futuro las niñas andarían tras él y la gente haría la pregunta tan incómoda de porque el niñito es tan rubio si los padres son castaños.