Un día mi bebé de un par de meses estaba en el sillón y tuve la sensación de que se iba a caer por el lado del apoyabrazos.
No me podía mover, sabía que se iba a caer pero estaba congelado.
Lo último fue ver su cabecita dando directo al duro piso de cerámica. Cerré los ojos y desperté.
No podía evitar las pesadillas en los primeros meses de vida de mi hijo, me preocupaba que se lastimara y sentirme culpable de no haber estado ahí para él.
Durante el día, me estresaba con la preocupación de que no se cayera de algún lado, que no entre a la cocina, que no se le caiga nada encima, que no toque los cables de los aparatos eléctricos.
Cómo podemos dejarlos descubrir el mundo sin temer por su seguridad.
Y la noche… ay la noche. Uno pensaría que es más fácil cuando ya no se están moviendo.
Pero por un lado estaban las pesadillas de las preocupaciones del día y por otro, el terror de la apnea infantil.
Los padres primerizos en su ambición de controlar todo nos ahogamos en Google buscando cosas sobre paternidad y aparece el terror de la apnea infantil. Que tú bebé deje de respirar mientras está dormido.
Cada ciertos minutos, uno se acerca al bebé solo para asegurarse que está dormido y sigue respirando.
Son las primeras preocupaciones nocturnas, creo que con el tiempo se aprenden a sobrellevar, pero no se acaban nunca.